12.1.08

El iPod, esa lacra social

Conste que yo llevo bastante tiempo acarreando mi iPod por Madrid sin que me haya pasado nada malo por su culpa, pero uno lee ciertas cosas y mira a su viejo compañero de paseos y viajes de otra forma.

Parece ser que en Nueva Gales del Sur (Australia), el departamento de policía ha tenido que lanzar una campaña publicitaria para advertir a la población de que el número de adolescentes que mueren atropellados por ir enganchados a su iPod mientras cruzan calles y carreteras (se entiende que por donde no debían o sin prestar la atención debida) ha alcanzado “proporciones epidémicas”. Imagino que no se tratará sólo del iPod, que otros reproductores de MP3 estarán en la lista de sospechosos. La campaña, además, tiene una fotografía estupenda.

Pero si el peligro de morir atropellados no os parece lo suficientemente alarmante, aquí tenéis otra fuente de riesgo, y esta sí que está más relacionada con el iPod que con otros reproductores. Al fin y al cabo, todos los que nos hemos comprado un aparatito de Apple lo hemos hecho, al menos en parte, porque el diseño le da unas cuantas vueltas al de sus competidores (algún día escribiré sobre el cacharro ese para leer libros que ha sacado Amazon). Pero precisamente ese acabado brillante y atractivo, esas líneas suaves y esos reflejos irresistibles también lo son para los ladrones. Apple afirma recibir una llamada denunciando un robo cada seis minutos (esto en Estados Unidos, aquí ya se sabe que lo de dar información detallada sobre ciertas cosas no se lleva). Hay casos incluso de asesinato relacionado con el robo de iPods y, al menos al otro lado del charco, hay datos que asocian su aparición con un aumento de los robos, por ejemplo, en el metro de Nueva York. Aquí me surgen algunas dudas, es obvio que nadie robaba móviles antes de que todo el mundo los llevara. Antes te mangaban la cartera y ahora la cartera, el móvil y el iPod pero no sé yo si hay que echarles la culpa a los aparatos en cuestión o asumir que los ladrones pueden ser unos miserables pero eso no significa que sean imbéciles (aunque de todo hay).

Lo que si podemos aceptar como probable es que nuestro adorado compañero supone ciertos riesgos, bien porque nos distrae e impide que escuchemos bien lo que pasa a nuestro alrededor o porque las cosas pequeñas, bonitas y caras son un imán para cierto tipo de aves carroñeras. Así pues, tengan cuidado ahí fuera.

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