16.1.08

Un día de tantos

Al empezar este blog dije que intentaría poner de vez en cuando algunos de mis trabajos, esos con los que estuviera especialmente contento. Esto, en realidad, más que un trabajo que me hinche el pecho de emoción es un ejemplo de como trabajamos a veces en este medio.
Os pondré en situación, foto de apertura de un tema que debe ir a doble página y a sangre (que llega hasta el límite de la página, para quien no entienda lo de la sangre). La cara del implicado queda justo en el lomo de la revista y un cartel que debería verse completo se sale completamente de la página. Tras algunos ajustes, ampliaciones y recortes la foto queda perfecta en página y todo parece controlado, el director de la revista (buen amigo, pero que tiende a estresarse en exceso en los cierres) se queda tranquilo. Al menos hasta que el fotógrafo descubre que falta un elemento en la foto que hay que inventarse y que encima tiene que quedar creíble. Y esto, por no perder la costumbre, hay que hacerlo a la voz de ya porque el tema está para entregar a falta de esa foto. Siendo sincero, al final el invento resulto menos complicado de hacer de lo que parecía al principio e incluso quedó aceptablemente bien (yo nunca he sido un mago del Photoshop, precisamente). Tras añadirle algunas sombras y distorsiones que en la imagen no se aprecian, todo el mundo se quedó contento. Aleluya.
Pues cosas como esta, para el que se pregunte a qué dedico mis horas en la oficina, son las que me tienen entretenido a diario así que no volváis a preguntar. Ah, el añadido, por si hay algún despistado en la sala, es el dorsal.

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